Nro. de Pontificado: 216
Tiempo de Pontificado: Elegido el 26/11/1503, murió el 21/2/1513
Lugar de nacimiento: Albisola (Savona), Italia (1443)
Reseña:
Fue el siguiente Papa a Pio III. Para muchos, Julio II es considerado como uno de los más brillantes del periodo renacentista. Además de un gobernante poderoso, fue el mecenas más destacado de la historia del papado. Hombre implacable, varias fuentes refieren a que mostró escaso interés por los asuntos espirituales y se comportó como un príncipe secular, aunque el Estado Pontificio, no deje de ser un Principado.
Giuliano della Rovere, su nombre secular, se ordenó sacerdote franciscano en 1468 (estudió en el convento en La Pérouse). 3 años más tarde, poco después de que su tío se convirtiera en papa, es nombrado Obispo de Carpentras, Francia. Cuando su tío se convirtió en el Papa Sixto IV fue nombrado Obispo y Cardenal. Obtiene una gran influencia, recibiendo hasta ocho Obispados (entre ellos los de Lausanne y Coutances) y el Arzobispado de Aviñón. En 1480 es enviado a Francia en calidad de legado pontificio regresando a Roma a comienzos del año 1482. Demuestra tal habilidad que pronto adquiere gran influencia dentro del Colegio Cardenalicio, influencia que crece aún más bajo el papado de Inocencio VIII, sucesor de Sixto IV en 1484.
Tuvo tres hijas ilegítimas, de las cuales sólo una llegó a la adultez, y acumuló una considerable fortuna. Su enemigo personal, Rodrigo Borgia se convirtió en 1492 en el papa Alejandro VI, lo que le hizo exiliarse en Francia, donde permaneció hasta la muerte de Alejandro. En 1503 fue elegido Papa con el nombre de Julio II. Una vez elegido Papa, de las primeras acciones tomadas fue la de condenar nuevamente (como ya desde hacía más de 500 años se venía condenando) las futuras elecciones influidas por simonía.
Su principal preocupación fue la reunificación y expansión de los Estados Pontificios. Se unió a la Liga de Cambray (1508) contra la república de Venecia, y creó (1511) la Liga Santa contra Francia con el apoyo de Venecia y España, con lo que se aseguraba el control de los Estados pontificios y la extensión del gobierno papal a zonas del norte de Italia, evitando con ello que Italia cayera en manos francesas. Gracias a su profundo interés por el arte, se construyeron muchos edificios en Roma; las iglesias de toda Italia se enriquecieron desde el punto de vista artístico. Proyectó la construcción de San Pedro del Vaticano, cuya primera piedra colocó él en 1506. Fue mecenas y amigo personal de maestros renacentistas como Bramante, Rafael y Miguel Ángel, a quien encargó los frescos de la Capilla Sixtina y las estatuas para su tumba papal.